Me lo pidieron para un concurso que llevo ganando 2 años consecutivos. A ver si este año hay suerte..! Espero que os guste, el tema era el acoso escolar y no podía ocupar más de 2 paginas. Esto es lo que me salió:
Me encontraba de repente corriendo descontroladamente por un bosque, descalzo y mojando mis pies en el barro que ha creado la intensa lluvia, la misma que golpea mi cuerpo con brusquedad. De repente aparece un agujero negro delante de mi, y paso a través de él. Una señora de aspecto simpático me coge de la mano y me conduce hasta un gran círculo de luz. Yo me dejo llevar y estoy a punto de introducir un pie. Me acerco con miedo y, la mujer me empuja, y caigo al vacío, a un agujero lleno de luz y, entonces, abro los ojos. Un foco demasiado potente me está deslumbrando. Cuando consigo recuperar la visión veo un techo que no es el de mi habitación, aunque miro hacia mi izquierda y veo a mi madre, tomándome una mano. Oigo la voz de mi madre gritando “¡Doctor, doctor! ¡Está bien, ha abierto los ojos doctor! ¡David! ¡David! Hijo mio, ¿Cómo estás?” Intento contestarle, pero por alguna extraña razón la voz no me sale del cuerpo. ¿Dónde estoy? ¿Por qué grita eso mi madre? Yo debería de estar en mi habitación, en mi cama. Y estoy en una habitación que no me suena de nada, que ha decorado, sin duda, alguien que no sabe el significado de la palabra gusto. No se por qué he tardado tanto en darme cuenta, estoy en la triste y sosa habitación de un hospital. Y de repente lo recuerdo todo, y adivino el motivo por el que estoy en este sitio que me gusta tan poco. “Estoy bien, mamá. Perdóname.”.
Después de hacerme unas pruebas y comprobar varias cosas, el doctor pide a mi madre que salga de la habitación y me deje descansar. Pero yo no quiero quedarme solo, ya me da miedo estar solo. Me da miedo que se me pase por la cabeza volver a hacer lo que hice. De repente me entra un insoportable dolor de cabeza y comienzo a llorar. Cuando era pequeño todo era perfecto. Cuando iba a la escuela y tenía amigos, cuando jugaba a saltar a la comba y las niñas me aplaudían, cuando empezaba a pedirle a mis padres mi muñeca favorita tres meses antes de mi cumpleaños, y luego me pasaba esa tarde jugando con ella. Siempre me ha gustado jugar con las niñas, el color rosa, las faldas... Nunca he sido como los demás niños, mas bien siempre he sido como una niña. Pero siempre han sabido respetarme. Mis padres están orgullosos de mí y yo siempre lo he estado. Al menos hasta hace un año, cuando todo cambió. Me cambié de barrio y me matricularon en un instituto nuevo, con gente nueva. Todos me señalaban y susurraban “¡Mira! El niño nuevo.” Todos querían conocerme y saber más sobre mí. Pero pronto se dieron cuenta de que yo no era como los demás chicos, y pasé de ser el misterioso niño nuevo a ser el niño mariquita. Todos me dieron de lado, incluso notaba cómo algún profesor me lanzaba una sucia mirada de desprecio. Noté cómo moría por dentro cada día un poquito, como me mataban esas miradas de asco y esos comentarios despectivos (acerca de mí). Un día dos chicos me encontraron solo y comenzaron a utilizar esas palabras que se clavaban en mi alma como cien puñales a la vez. Yo había aprendido a lo largo de mi estancia en aquel instituto a hacer oídos sordos a las palabras necias, pero no podía hacer oídos sordos a los golpes. Cuando quise darme cuenta estaba tumbado en el suelo, con dos seres agresivos encima golpeándome, arrancándome de un tirón lo que me quedaba de orgullo. Ese día mis padres no estaban en casa. Entré tremendamente asustado por los pensamientos que me inundaban la mente, no me reconocía a mi mismo. No podía controlarme, parecía que mi cabeza se había independizado de mi cuerpo y lo manejaba a su antojo. Casi sin parpadear me llevé a la boca un bote de pastillas. Luego me fui a mi cama y no sé cuánto tiempo después me desperté en un hospital.
No sé qué pasará, pero mi vida no volverá a ser la misma. Ahora sí seré un verdadero marginado, un loco que intentó acabar con su vida. Aunque yo siempre he sido valiente y sé que puedo salir adelante. El sobresaliente en mala conducta de un maltratador no va a pisar mi sobresaliente en valentía y optimismo.
¡He hecho lo que he podido! jeje ahora estoy escribiendo otro relato un poco fantástico. Ya lo pondré cuando termine. Besooooos!