¡Hola! Pues buscando por ahí, he encontrado unos outtakes (escenas eliminadas de algún libro al cambiar algún suceso, o durante la edición) que puso Libba Bray en su LJ y los he traducido ^_^ Pongo en cursiva los comentarios de la autora:
OUTTAKE #3
(Ésta era una escena con un viejo mago que ayuda a Gemma a salir de líos. Al final, sentí que no funcionaba porque ayudaba DEMASIADO. Gemma necesitaba ser la que resolviese sus propios problemas en este punto de la novela, por lo que me libré de esta escena. Ya sabéis, como de casi toda la novela. :-0 “Uno más de las criptas, citando a Rocky Horror…)
-Ya le has impresionado con el truco –le reprendo alegremente mientras cabalgamos en el carruaje hacia Mayfair. -¿De veras pensaste que era necesario mencionar al príncipe de Moldavia?
-Ah, pero él lo necesitaba, querida. Mis técnicas solas no eran suficientes.
-¿Qué quieres decir?
-Títulos, coronas, riquezas y renombres –algunos requieren la alusión de opinión antes de poder creerlo –exhala pesadamente-. Si tan sólo tuviera el truco mágico para curar esa enfermedad.
-¿Qué enfermedad?
Londres pasa detrás de nosotros con todo su arena y gloria, la chimenea se extiende en la casa soldada al final de un día difícil con sus caras cubiertas de hollín; las mujeres con sus peinados y encajes; los abogados con sus abrochados sombreros. Y en los bancos del Támesis, los galopines escudriñan en la mugre y el estiércol, buscando tesoros que pueden estar escondidos ahí –una moneda, un buen reloj, un peine perdido, un poco de brillante suerte para cambiar sus destinos.
-La noción que debemos adoptar del valor de otros para tener cualquier valor de nosotros –mira fijamente la ventana, sonriendo. En el juego de su sonrisa, veo el chico que debió haber sido una vez-. Debes prometerme algo, querida.
-¿Sí? –digo, con recelo.
-Debes prometer que nunca regalarás tu poder.
-Pero te lo he dicho, tengo que compartir la magia, o si no… -me opongo.
Levanta un dedo para silenciarme. –La magia no es tu poder.
-¿No?
-No.
-Pero si no es la magia, ¿cuál es mi poder?
-Eso, querida señorita, debo dejártelo a ti para que lo descubras.
OUTTAKE #4
(Esto era mal esbozo de una escena entre Kartik y Gemma en Londres. Era algo entretenida, y disfruté las bromas entre ellos, pero al final, no quedaba bien con la dirección/modo de la novela revisada. Cortada, cortada, cortada. Aquí está, para vuestro {prometedor} entretenimiento).-Necesito tu ayuda.
Kartik hace la imitación de un saludo. –Estoy a tu servicio.
-Necesito que arregles una cita para mí. Con el señor Fowlson.
Su sonrisa se desvanece. -¿Deseas que vaya con los Rakshana? ¿Que vaya hacia los dientes de los leones?
-Sí, en una manera de hablar.
Kartik exhala ruidosamente. Se pasea por el establo, frotando sus rizos con su mano. –No será fácil.
-¿Y si me llevases a ellos?
Frunce los labios pensando. -¡Ni hablar! Nos segrestarían a los dos, nos torturarían por información, te forzarían a darles la magia, y nos matarían –sonríe-. Ése es, desde luego, un guión optimista.
Me caigo en el suelo del establo, sin importarme que mi vestido esté lleno de polvo y de heno. –Tiene que haber una manera de llegar a ellos.
Kartik se sienta a mi lado. Sus manos descansan en sus rodillas. –Escribirás una carta. Se la enviaré a Fowlson a través de los canales. Nos las arreglaremos para quedar en un lugar que conozco bien y tendremos esa ventaja. ¿Cómo te escaparás?
-Están en la cama a las once de la noche la mayoría de las noches. Me escabulliré y te encontraré en las jaulas.
Kartik se muerde su labio inferior. -¿Puedes estar segura?
Su duda me molesta. –Es la misma rutina cada noche. Té alrededor del fuego. Libros para Papá y para mí, costura para mi abuela. Se quedan hasta que no pueden forzar sus ojos abiertos un momento más, que siempre son las once.
-Si estás segura –dice, con un tono escéptico.
-Estoy segura.
-Entonces aplazaré el encuentro a la una y media. No lleves nada… -arruga su cara- con adornos.
-Llevaré el traje adornado de plumas de paloma –digo bruscamente. Los ojos de Kartik se ensanchan a mi arrebato-. Lo siento muchísimo –digo, avergonzada-. Ha estado horroroso por mi parte.
Una lenta, traviesa sonrisa amplia se esboza en el contorno de sus labios. –Quizá debería advertir al señor Fowlson.
Son las once y media, y estoy cerca de tener convulsiones. Durante la hora anterior, nos hemos sentado alrededor del fuego, mientras aguardo mi libertad. Papá no se mueve para ir a la cama. La cabeza de la abuela no se balancea con sueño. Sus ojos están muy abiertos y despiertos, y está absorta con su aguja. Si no se van pronto a la cama, mis planes se arruinarin, y habré hecho que los Rakshana se enfaden.
El reloj marca los cuartos de hora con diabólico regojico. Me gustaría romper ese pequeño tormento.
Temo que mis planes estén a orden judicial en mi cara. Cada vez que mi abuela traga saliva o mi padre aparta la mirada de su libro, estoy segura de que ven mi traición en el dardo de mis ojos, la nerviosa agitación de mis manos, o el ligero brillo de la transpiración en mi labio superior. Es tentador ir rápidamente a los reinos para estimular la magia y dormirles. Pero esta noche no me atrevo a echar chispas con mi magia. Quiero que Fowlson crea que la he acabado, que se la he dado a la Orden.
Hago la demostración de un bostezo esperando que resulte contagioso. Nadie me presta atención. ¡Maldita sea! ¡De todas las noches para quedarse despierto! El reloj repica las doce, y estoy tan deshecha, que salto con un grito sofocado.
La abuela pone la mano en su corazón. –Santo cielo, Gemma. ¿Qué pasa?
-De… debería ir a la cama, creo –mi anuncio no surte efecto en ninguno de ellos.
-Buenas noches, cariño mío –dice papá, sonriéndome desde su silla.
La abuela retoma su costura. –Sí, buenas noches, Gemma.
Refunfuñando silenciosamente, me marcho a mi habitación.
No es hasta pasada la medianoche que oigo mi padre y mi abuela subir las escaleras. Sé que la señora Jones está junto al fuego. No se acostará hasta que se quede satisfecha con el silencio de la casa. Es una eternidad hasta que oigo lo que anhelaba: silencio. Tan silenciosamente como es posible, me escabullo entre las habitaciones oscurecidas y salgo por la puerta, silenciando el pestillo con mi dedo, ni siquiera poniéndome mis botas hasta que estoy algo lejos. Una vez hechos los lazos, levanto mis faldas y corro a los establos. Kartik está esperando impacientemente en la oscuridad de los miaus. –Casi es la una.
-No se iban a la cama –expliqué impertinentemente.
-Creía que habías dicho que se iban a la cama a las once cada noche.
-Se van. Pero no esta noche.
-Así que te habías equivocado –dice con una sonrisa de satisfacción.
-¿Es de caballeros reírse de las desgracias de una señorita?
Se inclina pero no ofrece una disculpa. –Me alegro de que lleves algo adecuado –he escogido mi vestido de las mañanas. No me gusta la infeliz bata, pero es negra y lisa, y, en mi experiencia, la gente evita tener que hacer algo por la mañana, por lo que quizá me dejen sola.
-Vamos a la embarcación.
Obtenemos una carroza en la Calle ?. El conductor hace una mueca al mirar vestido monótono con dolor, como si le contagiase. Pero, como se preveía, no pregunta nada del porqué una joven señorita está fuera y de qué hace a estas horas con un chico indio. Al cerrar Kartik la puerta y sentarse a mi lado, la carroza se siente repentinamente estrecha. Sus manos se sostienen rígidas en sus muslos. Me pongo a mí misma a la esquina y miro a hurtadillas a la ciudad. Las calles no están tan silenciosas como yo pensaba. Es como si la misma ciudad se escabullese de las puertas mientras su homólogo, el día ordinario de la ciudad, duerme. Éste es un Londres diferente, un Londres más atrevido y desconocido.
-¿Dónde vamos? –pregunto.
-A la embarcación –repite con calma-. A la hoja de Cleopatra.
-Oh, claro –estúpida, estúpida, estúpida Gemma.
Pasamos por ? con las luces torciéndose en la visión de una niebla teñida de verde. La noche está untada con vaga luz. A mi lado, Kartik está suficientemente cerca para tocarle. Su camisa está abierta en su cuello, exponiendo la curva de su garganta y el delicado hueco de ahí. La carroza está bastante caldeada. Mi mente está ligera. Requiero alguna distracción antes de enloquecer.
-¿Cómo contactaste con Fowlson?
-Tengo mis maneras –Kartik no ofrece un comentario más detallado y no pregunto más. Después de un momento, añade, espontáneo-. Con palomas. Les anudas la carta a sus patas. Ellas hacen el resto.
-Ya veo. Qué listas.
La carroza se silencia de nuevo excepto por el golpe de los cascos de los caballos dándome sacudidas. La rodilla de Kartik está al lado de la mía. Espero que la mueva, pero no lo hace. Mis manos tiemblan en mi regazo. ¿Debería mencionarlo? Pero no quiero hacerlo. Desde la esquina de mi ojo le veo mirar a las calles. Hago lo mismo, pero no puedo darme cuenta del paisaje. Sólo estoy atenta del calor de su rodilla. Parece imposible que una tan pequeña porción de huesos y tendones pueda producir un efecto tan emocionante. Lentamente, libero el aire que he estado guardando apretadamente como una vieja mujer a las cuerdas de su monedero.
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¿Qué os han parecido? ¡Espero que os hayan gustado ^^!