¡Hola! Pues como dije, aquí os dejo la segunda parte de las escenas sacadas de TSFT. Espero que se entienda la traducción y que os gusten ^_^
Paseamos lentamente en nuestro propio mundo, andando por el césped de detrás de Spence. Nuestros cuerpos están vivos con magia, y no podemos descansar todavía. Este es nuestro momento, cuando el mundo nos pertenece. La noche nos da la bienvenida a nosotras y a nuestras esperanzas. Nos da espacio para soñar.
-¡Mirad eso! –chilla Ann. No es una chica muy guapa; es demasiado fornida para ello. Pero con la magia en su interior, es como si tuviera alas. Empieza lentamente, girando y girando hasta que es una espiral como un caliente espejismo en el desierto.
Para superarnos, Felicity y yo corremos rápida y fuertemente sobre la hierba cubierta de rocío, corriendo hasta que nuestros pies dejan el suelo y volamos en el aire fresco de primavera. Como cuervos locos, revoloteamos precariamente sobre y bajo las ramas. Cojo velocidad, disfrutando el estremecimiento eléctrico de llegar tan cerca tan cerca de hacerme daño cada vez. No sé por qué tentar la muerta es tan emocionante; simplemente lo es.
-¡Liberemos las gárgolas! –llama Felicity, en medio del aire. Brilla en el techo y Ann y yo la seguimos. Podemos ver todo desde ahí. La extensión de césped con sus mazos de croquet tirados en caótico desorden. El jardín de rosas brotando frescos capullos. La cueva cubierta de piedras donde entramos por primera vez en los reinos. El lago y su varadero. Puedo ver la vaga serpiente del Támesis al visitar Spence en su camino por Inglaterra. Y más lejos, puedo distinguir las agujas del mismo Londres. Y, por supuesto, hay gárgolas. Hay seis de ellas aquí. Sus alas de piedra se despliegan bajo ellas.
Felicita se sienta en el borde en el techo detrás de una. -¿Qué creéis? ¿Sería una buena gárgola? –enseña sus dientes imitando su sonrisa sarcástica (la de la gárgola).
-Hay un alarmante parecido –digo.
-Qué graciosa estás esta noche, Gemma.
Hago una pequeña reverencia.
-¿Qué creéis que piensan aquí arriba durante todo el día? –pregunta Felicity.
-Volar –responde Ann, y no puedo evitar entender el deseo de su voz.
Felicity golpea su dedo bajo el trozo del largo colmillo de piedra de la gárgola. -¿Deberías darles vida?
-¡No! –digo demasiado rápidamente. En verdad, siempre he encontrado las gárgolas espantosas. Felicity huele miedo. Sube a la espalda de la gárgola y envuelve su cuello con sus brazos. Sin duda, lo domaría. –Vamos, Gemma. No los temes, ¿verdad? No son más que malos gatitos, de veras. ¿No, cariño? –dice ella, golpeando a una en la barbilla como si fuera su más querida mascota.
-¿Qué es eso? –dice Ann, espantada.
-Tú también, no –regaña Felicity.
-Oigo sonidos –susurra Ann.
Yo lo oigo, también. Alguien o algo está abajo, en el césped. Me agacho bajo la gárgola para oír. Pasos. Pisadas. Susurros. Alguien grita y se calla.
-Elizabeth, ¿te estarás quieta? –ésa es la voz de Cecily.
Miro a las otras. –Cecily –digo.
-Esos pequeños chacales –Felicity echa humo-. ¿Cómo han podido no invitarme?
Las chicas tienen una lintera. Y no son sólo Cecily, Martha y Elizabeth. Han reclutado a otras dos para unirse a su club exclusivo.
Ann las mira como si fuera a ahogarlas cariñosamente. –Éste es nuestro momento. No tienen derecho.
-No saben que estamos aquí –susurro-, y eso es lo mejor.
-Podríamos espantarlas –dice Felicity, con una sonrisa malvada.
Abajo, las chicas se han ido hacia la valla como unas magníficas sombras. Incluso como sombras, molestan.
-¿Qué estáis pensando? –pregunto.
Felicity resbala de la gárgola y aterriza agachada a nuestro lado. –¡Diremos que somos espíritus de los bosques y las advertiremos!
-¡Eso es espléndido! –Ann está de acuerdo-. Me gustaría ser Ana Washbrand –dice, usando su nombre de anagrama-, que fue decapitada en estos bosques por su desalmado marido y ahora debe vagar por páramos cada luna llena…
-Estos no son los páramos –le corrijo.
-¡Shhh! –sisea Felicity.
-… ¡en busca de venganza!
-Bravo –dice Felicity, inclinándose-. ¿Gemma?
La extravagante ilusión de Ann es totalmente genial, y yo no podría estar en contra de ella.
-Se-seré una, huh una… una chica, ah, una campesina francesa… que, em, que murió. En el mar.
Felicity arruga su nariz frente a mi pobre intento mientras Ann sonríe con satisfación engreída.
-Puede que podrías hacerte parecer como si te hubieran arrastrada en el fondo del océano o algo así –añade Felicity.
-Esa es mi intención –no lo era, pero ahora lo es, y estoy contenta de robarla.
Felicity salta de la gárgola que la aguantaba. –Yo seré el fantasma de una preciosa princesa encerrada en una torre…
Me río entre dientes y Felicity me mira enfurecida.
-¿Me dejas acabar? Me había enamorado de alguien que estaba prohibido para ella y que es rechazado por su dinero. Su familia, profundamente avergonzada, la encerró en una torre hasta que se arrepintiese y se hiciera monja. Pero ella no lo hizo. Y por eso se tiró de la ventana de la torre, arrojándose a las rocas de abajo. Ahora, ella vaga por estos bosques de noche, esperando a conducir a otros a sus muertes como ella fue conducida a su tragedia.
-Espléndido, Fee –murmura Ann, de acuerdo.
La risa de Felicity es tan fiera como la de la gárgola. –Démosles a esos monstruos un susto, ¿vamos?
Descendemos y nos mezclamos con la noche tan bien como podemos, atentas para estar bien tras ellas y sus linternas.
-Esta será una noche que no olvidaremos pronto –Ann se ha puesto un poco demasiado feliz por esto, pero no la puedo culpar por ello.
-Bien. Allá vamos –digo. Cierro mis ojos y fijo la imagen de una pirata empapada en mi mente. Puedo sentir el cambio cambiándome, y cuando abro mis ojos, mis manos son tremendamente blancas. Mis faldas están mojadas también, pegadas con guirnaldas de malas hierbas del mar. Soy un fantasma, bien y verdaderamente. Ann se ha convertido en una aparición sin cabeza en camisón, con su cabeza fantasmal acunada bajo su brjao.
-¿Cómo estoy? –pregunta la cabeza. Está inquietante.
-Cabeza y hombros por las nubes –respondo.
La aparición de Felicity es destacable, naturalmente. Tiene dos trenzas de pelo en cada lado de su cabeza que llegan a sus rodillas. Oscuras, medio circulares sombras convierten sus ojos fantasmales. Sangre oscura sale de su boca, y su vestido está manchado con ella.
-Oh, esto es espantoso –digo.
Ella sonríe. –Gracias.
Cecily y su séquito siguen adelante, dando empujones a sus linternas. No saben qué les espera. Les daremos un susto verdaderamente jovial.
-¡Ooooo-ooooo! –gime Felicity suavemente. Esperamos los chillidos aterrorizados, los gritos y el desvanecimiento. Las chicas continúan, tranquilas. Una chica se queja de una roca en su bota.
-Eso era un gemido perfectamente horrible –se queja Felicity-. Deberían estar volviendo a sus camas ahora mismo.
-Estamos demasiado lejos –digo-. Necesitamos estar más cerca.
Nuestra travesura provoca una ronda de risitas. Apenas podemos caminar por la risa.
-¿Quién hay? –Cecily inclina su linterna, iluminando la parcela de suelo en la que habíamos estado. Nos sumergimos a tiempo. Dos altos árboles nos ocultan de la luz. Tenemos que poner nuestras manos en nuestras bocas para parar la risa.
-No deberíamos estar fuera –dice alguien.
-Sí, volvamos –otra asiente.
-Es sólo el viento –les asegura Cecily. Continúan de nuevo. Las dejamos continuar por unos caminos antes de pararlas con pasos prudentes. Cuando estamos cerca de la casa del lago, Felicity se asoma por los árboles. -¡Volveeed! –entona con su voz más grave.
-¡Estos bosques están encantados!
La chica chilla. -¿Qué es eso? ¿Qué es eso?
Ann me da un fino empujón, y me tropiezo en el prado. Muevo mis brazos arriba y abajo. –Aaaaah –zumbo. Sueno por todo el mundo como un animal enfermo, y no debería espantar ni a un gato. Las chicas giran con terror. La linterna se cae y el cristal se rompe. Se sumergen en una total oscuridad excepto por nuestro sobrenatural palidez. Y es eso lo que hace que Ann aparezca. Gimiendo en seriedad desgarradora, se acerca lentamente y mueve sus manos a cada lado de su cabeza. –¡Habéis sido advertidas! –ruge hasta que incluso mi columna vertebral se estremece. Las chicas la miran fijamente, temblando y sin palabras, y al hacerlo, el fantasma de Ana Washbrand, que Dios vele por su alma, se quita su cabeza.
Las chicas dejan ir un chillido que podría despertar a la verdadera muerte –o al menos a la señorita Nightwing- y tropiezan entre ellas en su huida por los bosques. Caemos riendo en la zona de nuevo césped.
-Podría hacer esto cada noche –se regodea Ann.
Felicity se ríe entre dientes. -¿Habéis visto cómo se han dispersado? Justamente como ratones. No puedo esperar a ver sus caras mañana en el desayuno.
Extrañas luces zigzaguean entre los árboles. Parpadeo, pero aún las veo. Me siento rápidamente.
-¿Lo veis?
-¿Ver qué? –pregunta Ann sin moverse.
-Esas luces de allí.
Felicity me dirige una mirada seria. –No caeremos, lo sabes.
-Yo también lo veo –dice Ann-. Viene del camino.
Sin ninguna otra palabra, nos dirigimos al camino para una mirada más cercana. Es una caravana mediocre. A través de los árboles, podemos ver carros moverse en la noche. Hay seis de ellos. Han puesto sus linternas hacia los lados, y el camino lleno de baches les empuja.
-Los gitanos –susurra Felicity-. ¡Han vuelto!
Los gitanos. No puedo evitar esperar que tras entre los suyos haya un cierto chico indio del que no he sabido desde que me fui de sus cuartos en el Este de Londres.