PRÓLOGO
Las puertas de la gran sala se abrieron lentamente por la fuerza de la suave brisa otoñal que el mundo azotaba sobre el Infierno. Una mujer de melena morena y ojos perla, entró tras pasar las puertas cobrizas de bronce y caminó con paso firme hasta la mesa... Sonrió satisfecha y empezó a quitarse su chaqueta ajustada de color negro, botón por botón cuando lo vio.
Su mirada era increíblemente provocativa y tentadora para él. Ella se mordía su labio inferior mientras hacía una de sus celebres actuaciones de desnudo ante el hombre que ella deseaba desde que había nacido.
Su poder de seducción era parte de ella.
Fue caminando lentamente hacia el Diablo y fue rozando con sus dedos los bordes de la silla donde estaba sentado, dando vueltas hasta pararse enfrente de él. El joven la seguía con sus ojos y la contemplaba estupefacto. Se quitó la ropa quedándose sólo con el sujetador y las braguitas.
Poco después, la chica quedó desnuda de arriba tirando su sujetador enfrente de él y cayendo sobre el suelo para poco después abrir sus piernas y sentarse sobre sus rodillas.
Fue desabrochando su camisa hasta verle el marfileño pecho que ocultaba. El hombre fue saboreando la piel de la mujer rozándola con sus labios, a la vez que le hacía pequeños mordiscos en su cuello y por más partes del cuello, pasando por su mandíbula hasta que sus labios se encontraron con los carnosos de la chica.
Las manos del Diablo tocaban los senos perfectos de la mujer y fue descendiendo hasta quitarle la última prenda bajándosela por sus bellas piernas de porcelana. La mujer sentía el placer que nadie más que él podía entregarle en cuerpo y alma. Ahora ella despeinaba su pelo mientras sus labios no se despegaban y ambas manos de los dos toqueteaban el cuerpo del otro con desesperación hasta que el Diablo entró en acción.
-Eres sólo mía-susurró jadeante y oliendo cada parte del cuerpo de la joven, mientras ella se ponía de rodillas sobre él y éste dejaba su parte baja al descubierto para que empezaran con el orgasmo que les unía en esta visita.
Ella gritaba mientras se movía de arriba a abajo encima de él.
El Diablo la cogía por la cintura y estaba a gusto sentado en su trono sin moverse apenas unos centímetros más que para sentir aquello.
-Sólo tuya...-respondió después de un rato la mujer, sin poder respirar ya que necesitaba el aliento del otro. Los besos desenfrenados de ambos eran tales que parecía que nunca antes los hubieran probado.
En la gran sala había grandes ventanales a cada lado de las altas paredes y dejaban entrar escasa luz, pues era prácticamente siempre de noche. Únicamente notaban una pizca de brillo en el Infierno en las noches de luna plena.
La chica seguía rozando con sus dedos el pecho del hombre que le tenía loca mientras él la toqueteaba por todos lados. Para ella era una recarga de energía y lo ansiaba porque era lo que necesitaba para poder desarrollar su poder que le había dado el Diablo al nacer.
Arriba y abajo interminablemente. La mujer bajó las piernas dejándolas abiertas cómo al principio y se quedó de nuevo sentado sobre él, pero sin separar aún sus sexos.
Gritos agónicos callados por los movimientos de las bocas de ambos, era el único ruido que se podía escuchar en aquella gran sala; con un suelo de mármol y una chimenea encendida además de una mesa de madera tallada a mano con copas encima y hojas escritas con tinta de sangre.
-Ane...-empezó el Diablo pero ella no dejó terminar la palabra, le puso un dedo en su boca y sopló en su oído. Y de ella salió un aire de color rosado casi imperceptible que entró en el oído del Diablo.
-Gracias por darme de nuevo lo que necesitaba-le dijo riendo la mujer y volviendo a besarle. Su recarga para poder volver a utilizar su poder ya la había completado.
Después se separaron el uno del otro, y la mujer se levantó desnuda a por dos copas que habían sobre la mesa. Las llenó de un líquido rojizo muy oscuro y le tendió una copa al hombre. La olió y luego postró de nuevo sus ojos sobre los de la mujer y dijo:
-Ven...-su voz sonaba tan atrayente para la joven que volvió a sentarse sobre sus piernas. Fueron tomando de la copa mientras sus respiraciones se aceleraban con los besos que se daban por todo el cuerpo . De nuevo el sexo del Diablo penetró en el de la chica que provocó, cuando terminaron de beber, que se le cayera a ella su copa al suelo dejando escuchar el ruido que rompía los cristales al impactar ésta en el suelo.
Les importaba lo más mínimo, la joven sabía que el Diablo con un chasquido de dedos volvería a su estado normal.
Tenía el poder de todos los habitantes del Infierno juntos.
Siguieron sintiendo el sexo de uno tocando el del otro una rato más, hasta que el viento cobró tanta fuerza que se hizo notar en las ventanas de la gran sala. Los dos pararon y fue entonces cuando ella se empezó a vestir y luego lo hizo el Diablo.
-¿El Diablo tiene miedo?-le dijo enseñándole sus dientes blancos al hombre cuando hubo terminado de vestirse y cuando vio que denotaba una pizca de preocupación en su rostro casi perfecto. Se sentó sobre la mesa a escasos metros de donde estaba el Diablo sentado, provocativamente y éste le contestó:
-No es eso, se trata de algo extraño-contestó mirándola con unos ojos tentadores.-en mis 2856 años de vida jamás he percibido algo igual...-se tocó la barbilla pero luego sonrió cómo si fuera de poca importancia.
Se quedaron callados escuchando el retumbar de los ventanales.
-¿Qué vas a hacer?-le preguntó la joven.-¿volverás algún día a la Tierra?-quiso saber.
El diablo se levantó de su trono, aunque no era más que una silla acabada en punta y con cuatro patas finísimas todo de plata bañada en oro.
-No me apetece volver a ser uno de ellos por segunda vez.-respondió. Posó una mano sobre el cuello de la chica y con otra le toqueteó la melena.
-Vaya...-rió y le dio un beso en la mejilla, cálido y tierno para transmitir con sus labios parte de su poder al Diablo, su padre. Sus colmillos los mantuvo durante todo el rato serenos y controlados.
-Pero, creo que muy pronto la que deberá volver serás tú-anunció tras un silencio. El Diablo empezó a besar su cuello. Ella puso los ojos en blanco notando los labios de él.
-¿Por qué esta repentina decisión?-le preguntó cogiendo su cara entre sus manos para que ahora pudiera mirarlo. No lo entendió.
-Por la extraña sensación que he tenido antes-dijo sonriendo sin dejar de mirar los ojos azules de la chica-ahora he entendido lo que significaba, era un aviso-se acercó a la chica dejando su cara a pocos centímetros de la de ella pero aguantando poderle robar un beso-Dios ha vuelto-rió.
-Lo que significa...-dijo la mujer respondiendo a su sonrisa enroscando sus brazos en el cuello del hombre.
-Que en dos días tendrás que hacer una visita bastante más larga de lo normal a la Tierra-finalizó besándola en los labios.[/font]